AHORA

Ahora,
vestida de silencio,
el ocaso en la pared
y el hastío en derredor,
espera.

Ahora,
perdida entre sartenes,
condimentos y café
y las dos en el reloj,
espera.

Espera la llegada
del monarca familiar
y ensaya las palabras,
la sonrisa, la mirada,
los besos
que complacen al rey.

En 1789, como parte de los postulados revolucionarios, las mujeres francesas reclamaron su derecho a figurar en la actividad política de su país; pero no fué sino hasta 1946 que el derecho al voto les fue concedido: ciento cincuenta y siete años después.

En Inglaterra pasaron más de sesenta años desde la primera petición de voto para las mujeres, la cual fué rechazada hasta 1929, cuando ese derecho les fue concedido.
Sin embargo, el voto se restringió a las mujeres…mayores de treinta años.

En 1866, la 14ª Enmienda a la Constitución norteamericana concedió el voto a los ciudadanos de raza negra; pero no a las mujeres, quienes, a pesar de haber colaborado en la lucha antiesclavista, debieron esperar cincuenta y cuatro años para que, en 1920, se les otorgara el derecho al voto.

En México, el voto femenino fue conquistado apenas en 1953. Aun así, los escalafones políticos más altos se reservan, de hecho, para los hombres: hasta hoy ninguna mujer ha sido electa Presidente de la República.

Quien haya presenciado una boda civil o religiosa, recordará que a la mujer se le asignan como cualidades la debilidad física, la abnegación y la sumisión, además de imponérsele la humillante “veneración al esposo”.

Al igual que en los países más retrógrados del mundo, en trece estados de la República Mexicana se considera legal que el hombre asesine a su mujer por infidelidad conyugal.
En la práctica, el hombre no pisa la cárcel si argumenta que se vio afectado en su honor; pero cuando una mujer atenta contra su pareja, aunque sea en defensa propia, es condenada con el triple de severidad.

En 1995 los gobiernos de América firmaron la “Convención de Belém do Pará”, obligándose a prevenir, sancionar y erradicar cualquier forma de violencia contra la mujer, así como velar por que las autoridades, funcionarios e instituciones se comporten de conformidad con esta obligación.
Sin embargo, a veinte años de distancia, en la mayoría de los países firmantes los acuerdos no han sido instrumentados y la mayor violencia contra las mujeres sigue proviniendo de los gobiernos mismos.

Y tal como las naciones en guerra ejercen la violencia sistemática contra las mujeres para desmoralizar al enemigo, los gobiernos de los países autonombrados “democráticos” y “estables” utilizan la misma práctica discriminatoria e infame para reprimir y aterrorizar a la oposición política.

A pesar de todo esto y mucho más, la mayoría de la gente no tiene conciencia de las agresiones que sufre la mujer en todos los ámbitos y formas; desde el trato cotidiano hasta el jurídico; desde el entorno familiar hasta el ambiente laboral; desde la educación que la denigra hasta el terrorismo de Estado que la asesina impunemente.

¿Cuánto tiempo pasará para que la mujer obtenga la auténtica igualdad de derechos? ¿Cuándo tendrá la osadía de rebelarse, antes que tolerar la humillación, el sometimiento, las injurias y la violencia que tantos hombres le imponen diariamente?
¿Cuándo conquistará la mujer su libertad, su verdadera libertad?

Ahora
se mira en el espejo,
percibe el movimiento,
la curva de su sombra,
y espera.

Ahora
construye en el estambre
la forma más deseable,
el mejor color,
y espera.

Espera la llegada
con la cuna en un rincón
y ensaya las palabras,
la caricia, la canción,
el nombre
para el fruto de su amor…

“Bienvenida al mundo”, le dijeron.

©1985, 1992, 2015 Jorge Alveláis P.